jueves, 15 de octubre de 2009

Identidad sin identificar

Sacudida, sucia y revolcada. Me levanté para limpiar mis rodillas y secar posteriormente el hilillo de sangre que colgaba por la comisura de mi boca. Tummmm!!! sentí la fuerte caricia de sus nudillos contra mi quijada. Yo le exigí la cuota de manutención a cambio de los favores recibidos. Separó mi cabeza de su entrepierna, subió la bragueta, arregló sus pantalones, golpeó tres veces la puerta, tenía toda la intención de entrar, estaba con pensamientos acalorados mientras el taxi se aproximaba a mí casa. Me abroché el vestido largo, sujeté los zapatos con esas correas delgaditas que se prendían con broches de color dorado. Pedí prestado un dinero porque no estaba bien vestida. Estaba preocupada porque no tenía ropa de mujer en mi armario. Ya me cepillé el pelo, instalé las postizas en mis extremidades.

Me rascaba la entrepierna, era casi la sensación de añoranza por la ausencia del miembro fantasma. Orinar sentada era una nueva experiencia, tal vez por que cuando solía hacerlo la única intención que pasaba por mi cabeza era la de no salpicar el wáter para prevenir un cambio de residencia por los caprichos de mi padrastro. Él me exigía que me comportara como un hombre, pero era supeditada a convicción en una posición cuadrúpeda para satisfacer las necesidades del bípedo cosmopolita.

Es el cambio de apariencia la tabla de salvación para mis necesidades económicas, puesto que en un momento de adversidad hasta Satanás empieza a colgarse el rosario. Valió la pena hacer efectiva la cirugía y renovar esa imagen que transmitía inseguridad y desconfianza. Adiós pipí, porqué cuando te tuve entre mis manos, sentí como se desvanecía la esperanza de algo que nunca será. Mi madre siempre me recalcó la felicidad que le causé al ser su único varón. A veces pienso que me destetaron antes de haber llegado al mundo, que había muerto antes de nacer.


"Arnold" El elefante.