miércoles, 16 de noviembre de 2011

Fábula del ping – pong y la princesa.

Hace mucho tiempo,
en un lugar lejano y desierto,
donde las historias empiezan con un érase una vez,
había una princesa sin suerte.

Un día en el bosque,
se encontró una bolita de ping – pong
y sin pensarlo dos veces,
besó la bolita,
una y otra vez,
de manera insistente besaba la bolita,
con la expectativa de convertirla en Príncipe.

De repente,
por el bosque pasada un sapo,
un anfibio solitario que anhelaba encontrar el amor de su vida;
y al encontrarse con tal escena,
resolvió decirle a la princesa que no es la bolita la que se convierte.

Para su pesar,
se encontraba en una fábula y no en un cuento,
y en las fábulas, los sapos no hablan,
mientras la princesa engordaba comiendo cuento.

Arnold “Elefante croador”.

Ai am Perra

Ni mi capacidad de reproducirme,
o de dar de mamar;
mucho menos las 6 tetitas que se balancean a mi paso,
ni por echarme en la esquina de siempre.

Perra soy por echar babas,
por salir corriendo siempre;
perra soy por levantar las orejas,
por mantener la mirada y batir la cola,
la raza, ladrar, morder.

A mi muchas cosas me definen como perra,
la hora, el lugar, el dinero;
muchas cosas me definen perra,
y me miro al espejo y digo Wow!
o ¿güau?

Arnold "El Elefante".