martes, 26 de octubre de 2010

A - lumno (sin luz)

Me asombra mi capacidad de atrapar a las serpientes con un simple movimiento de repudio. Aún no entiendo como una serpiente cascabel agita su extremo para sincronizar su sonido con el palpitar de mi corazón; cómo sintoniza mis necesidades dejando a un lado las suyas; exponiéndose a dejar su cuero en lo que sería mi próxima mochila.

Estas cosas que me dicen, me llevan a reflexionar. Pienso que me encuentro en un lugar nuevo, recóndito y desconocido, un lugar en el que me aventuro con una venda en los ojos. En ocasiones soy un ciego, un ciego que no ve y que pretende guiar a su lazarillo; a ese perro fiel que bate la cola sin importar que su amo le pise las patas una y otra vez.

Mi memoria está instalada en la suela de mis zapatos; una memoria gastada por los trayectos aún no recorridos. Aun me sorprende vivir en un hangar. Digo hangar, porque cuando salgo a aventurarme en alguna intención, me encuentro con una pista iluminada por luciérnagas, y en esa medida camino con la luz que me guía; de tal modo que cada paso que doy, gasta más mis suelas, mis recuerdos. Y es tanta la luz que entra por mis ojos cegados, que llevo a mi boca los dedos índice y pulgar con el fin de mojarlos, para apagar el pabilo de cada animalito que sigue alumbrando insistente.

En ese momento detengo el paso, con la poca suela que me resta; pienso: si esta es una luz incandescente en medio de mi ceguera, la iluminación es real dentro de mí.

Lo peor, es que mi anhelo es prender la luz, en ausencia de un interruptor (¿o de electricidad?).

Arnold, "El Elefante".