martes, 28 de septiembre de 2010

Mar - chito

En un mar turbulento
luchando por sobrevivir,
opté por ser el más fuerte,
el más rápido,
tal vez el más inteligente.

Todo eso se vio obstruido
cuando por el arrecife pasó tal belleza,
una Sirena delgada, de aleta brillante
y ojos grandes.

Y fue tal la ansiedad por pretenderla,
que luché contra todos los adversarios;
pero la corriente era tan fuerte,
que poco a poco se desvanecía la esperanza.

Me desesperé,
un incrédulo como yo
decidió inclinarse por la suerte;
crucé los dedos
y no pasó nada,
se fue con un molusco gigante
que manchó después su corazón.

Maldije mi suerte,
recordé que era Delfín;
que no podía dejar nada al azar,
que no podría cruzar los dedos que no tenía,
y que tampoco era

tan inteligente.

Arnold, "El Elefante".

lunes, 27 de septiembre de 2010

Falsa Exclamación


Con la palabra en la boca, en la lengua,
en el sentir, en los ojos, en las promesas,
en las acciones, en los besos dados,
en las caricias no prometidas,
en el deseo, en las noches de insomnio,
en los sueños realizables, en el anhelo,
en los gritos de soledad, en la rabia,
en las noches de compañía;
quise, hice y dije: No me vuelvo a enamorar,
pero vaya exclamación falsa,
pues aún lo estoy.


Lulú "La misma"

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ofrecimiento de vacíos


Extraño tus sombras,
los dulces toques de tus labios ausentes,
el calor de una caricia hecha hielo en tu nombre.

Me duele no oler tu perfume evaporado,
me hacen faltan tus promesas rotas,
me deja sin aliento el que no me toques con tu indiferencia.
Sin embargo, en un tiempo sin tiempo,
serás mi mejor olvido,tan sólo te recordaré
como un egoísmo que ofrece vacíos.

Lulú "La Mariposa" Estoy desnuda con la incertidumbre como piel...

Colaboración fotográfica: Javier Abalo. Mi texto fue inspirado en su fotografía. Gracias por prestarla para el espacio Sr Engel. Pasen por su galería, es muy talentoso detrás del lente. http://www.flickr.com/photos/anaccident/3798882340/

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una palabra

Si algo me define es una sola palabra,
una grande de cuatro letras o de cinco,
sin ortografía y en negrita.

Una sola palabra que rima en sí misma;
palíndromo con tres diéresis y dos vocales.

Soy una palabra que se escribe con mayúscula al final,
yo trabo amistad con las comillas;
me pongo ansiosa cuando me acompañanan los puntos suspensivos...

Cuando estoy moribunda,
prefiero ser una palabra que termina en coma.

Cuando estoy animosa anhelo estar subrayada,
pero cuando me encuentro con otras palabras,
con esas sin modales,
me siento tachada,
a veces teñida de blanco.

Soy un güiru-güiru,
un wuyuyú.

En las veces en las que me pego en la “o”,
dan vueltas mis consonantes;
me siento esdrújula y aguda,
tildada por mi comportamiento.

Soy una palabra divertida;
una palabra real que no se sabe escribir,
ni describir.

Arnold, "El Elefante".

sábado, 18 de septiembre de 2010

Libertad


Se aproxima una mujer,
con piel de silencios,
recluida en sus letras
y en una que otra lágrima rota.
Ella comparte su ausencia,
pues se quiere liberar de su aleteo.

Soy Mariposaa la que se le olvidó su nombre

jueves, 16 de septiembre de 2010

Carta a Juanita Cruz

En todo el tiempo en el que estuvimos juntos,
pasaron grandes cosas
amores y desencantos;
pero ahora que estás en el Cielo,
te pensé Juanita Cruz.

Me sentí blasfemo,
apreté mis dientes
recordé esa frase:
“Dios es amor”,
pensé en tu apellido
y te clavé.

Arnold, “El Elefante”.

Sexo

Que ostento con orgullo;
ese que anima a menear las caderas,
a pensar en mis necesidades,
en mis hijos,
en tus hijos.

Sexo,
mojado y rápido;
a fuerza de voluntad,
supeditado,
sádico.

Sexo de día,
de noche;
sexo que trasnocha,
que trastorna, que transpira.

Sexo y memoria;
Sexo que olvida,
que se disimula con el alba,
que se justifica con un abrazo,
con la luz del día
o con un billete.

Confieso que me gusta el sexo
y que a veces me toca.

¿Y eso me hace puta?

Arnold, "El Elefante".

Amor opulento

Como todos,
se encontraron en una clase;
se vieron por primera vez en un café,
en un cinema, en la calle,
en donde sea.

Cruzaron miradas, manos y dedos;
se cruzaron, se jactaron,
se juraron amor eterno.

Fueron al altar,
a la luna de miel;
como todos,
acudieron al arroz volátil en la iglesia,
al juzgado y al abogado.

Como reza el adagio:
"y comieron perdices..."
pero,
se indigestaron.

Arnold, "El Elefante".

jueves, 9 de septiembre de 2010

Desde mi ventana

Desde mi ventana veo y tomo nota de lo que más puedo. Analizo todas y cada una de las cosas que aprecio con este par de ojos. Esos comportamientos sin importancia para algunos, pero de los que siento un malestar que se merma con lo que escribo.

La ciencia de abrir puertas está dada por los portazos y la forma en cómo los das;
Braulio no sé porqué carajos, pero le tenía el ritmo. Relamía el revés de su mano derecha, esa mano grandota con la que aprendió a matar moscas; y le sacaba filo a los nudillos antes de apuntarle al centro de la puerta. Bobo no era, nació con una técnica innata para golpearlas.

Cuándo se encontraba con esos portones caobas de cedro macizo más de uno se echaba patrás; pero él, si señores, él mismito; inflaba el pecho como paloma de plaza a la espera de una migaja sucia. Este personaje sacudía la cabeza para acomodarse el pelo y con ímpetu se abría paso entre sus amigos; alistaba esa manota grande que les había contado; esa mano grandota y chistosa porque tenía cinco dedos pero el anular era más corto, algo chueco, con una leve forma de T.

Bueno, ¿pero qué les decía?, ah sí, ya me acordé. Braulio Benavides, ese del que les cuento, el menor de siete hermanos, tres muchachas mayores que él, delgaditas y de pelo corto, bueno, ni tan delgadas, una era chaparrita y barrigona; pero esa enanita se ponía una blusa corta para comprar el pan en la tienda y esa blusa que para qué les cuento, le dejaba escapar un trocito de cadera; eso era como para morirse. Y tenía otros tres hermanos menores que él; eso sí, eran altos y de caminar torpe. Yo la verdad nunca los saludaba, me caían mal; tenía que soportar siempre ese saludito de sonrisa lastimera, hipócritas esos.

¿Pero bueno, cómo es que es la cosa?, ah ya, es que ustedes con tanta preguntadera no dejan contar. Braulio Benavides, el de la casa dos por allá en la octava con treinta y siete nació confinado entre rejas verdes y un perro negro chiquito, bien bravo y muelon. Braulio, como les decía, empuñaba la derecha, dejando entre ver los nudillos que formaban los dedos índice y corazón, el anular no, ya les dije porqué, no jodan más; ¿bueno y qué?, ah pues que el fulano este ni impulso tomaba y dos toques suavecitos y que se abría ese portón. La gente corría despavorida y luego volvían al encuentro con Braulio para celebrar la hazaña. Unos le daban que dulces y que no sé que otras vainas, colgandejos y pendejadas. Todo famosito él, se codeaba con las niñas más lindas de la calle octava y séptima; que bobada, dizque por una mano mal formada que abría puertas.

Yo no sé porque les cuento esto, si es rabia o envidia o yo no sé qué será lo que me da. Mi único consuelo es seguir escribiendo; aunque sigo esperando a que llegue mi papá y me acomode el bolígrafo mientras los veo jugar por la ventana; por que eso de nacer sin brazos no es que sea muy chévere.