jueves, 1 de julio de 2010

Génesis

Me molesta pensar a un Dios hombre.

Cuando reflexiono sobre la creación,
me convence la versión del barro y la costilla;
no al punto de Adán y Eva,
más bien pienso que la deidad de turno
inventó una bola de piel y hueso.

En su momento la deidad
le dio el poder de sentir a la bola
y la maldijo con la razón,
tornando a esta bola una materia abominable.

De esta manera la bola se creyó superior,
Superior a las demás especies, a si misma
y a su propio creador.

Esta manifestación contribuyó,
a que por primera vez el Dios creador
experimentara el sentimiento de furia;
y que con solo el señalar de su dedo índice,
lograra separar a esta bola en dos entidades:
macho y hembra.

Por eso me cuesta creer en un Dios hombre,
tantos he conocido en mi cama.
Parecen bullir con un beso en la nuca,
suenan como un ‘cassette’
puesto a sonar por el revés.

Desde que fueron separados con el dedo divino,
su motivo alfa es encajar a la hembra
para regresar a su origen;
bola, piel, carne, hueso.

Son pretenciosos,
buscan justificar el inicio,
redimir la consecuencia;
ellos son causa,
pecado y salvación.

Se comportan como machos,
y piensan como hembras.

De seguro que si regresan al origen circular
su satisfacción no estará mediada por el presente,
sino por la inquietud vacía de aquello que les espera.

Sin embargo,
caminan con cuidado.
prevén esquivar el rayo divino,
porque a pesar de la lección,
se mantienen en los mismos errores.

Arnold, "El Elefante"