viernes, 9 de octubre de 2009

"No me hable de putas que vengo del barrio"

Está somnoliento. Levanta la barbilla y se da cuenta que se aproxima a su destino. No tiene reparo en dejar caer una ventosidad en medio de un público que admira ese estilo particular. Un puente deteriorado advierte su parada, se acerca a la puerta del autobús y solicita con cierto impetú que se abran las puertas del vehiculo que se encarga de transportar su existencia todos lo días. No lo excita un culito flácido empacado al vacio, le anima la idea de morbosear las sombras. Se piensa mimo, se piensa rojo. No tiene la certeza de su lugar. No tiene fecha, no tiene nombre. Cruza la calle y deja la marca sobre el polvo. Si pisa popó, si se le atraviesa un gato, si rompe un vidrio; él no tiene tiempo para prestarle atención a esas estúpideces. No tiene relój, no tiene memoria. Camina sobre el borde, pasa los semaforos en amarillo. No respeta las señales, se estímula con las panaderías. Recuerda el amarillismo de antología, suspira. Deja salir bocanadas de nada atrapadas entre sus dientes. No le recuerden las deudas, no lo miren a los ojos. No le hablen del amor, no le hablen de putas que viene del barrio.

"Arnold" el elefante.

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