Me asombra mi capacidad de atrapar a las serpientes con un simple movimiento de repudio. Aún no entiendo como una serpiente cascabel agita su extremo para sincronizar su sonido con el palpitar de mi corazón; cómo sintoniza mis necesidades dejando a un lado las suyas; exponiéndose a dejar su cuero en lo que sería mi próxima mochila.
Estas cosas que me dicen, me llevan a reflexionar. Pienso que me encuentro en un lugar nuevo, recóndito y desconocido, un lugar en el que me aventuro con una venda en los ojos. En ocasiones soy un ciego, un ciego que no ve y que pretende guiar a su lazarillo; a ese perro fiel que bate la cola sin importar que su amo le pise las patas una y otra vez.
Mi memoria está instalada en la suela de mis zapatos; una memoria gastada por los trayectos aún no recorridos. Aun me sorprende vivir en un hangar. Digo hangar, porque cuando salgo a aventurarme en alguna intención, me encuentro con una pista iluminada por luciérnagas, y en esa medida camino con la luz que me guía; de tal modo que cada paso que doy, gasta más mis suelas, mis recuerdos. Y es tanta la luz que entra por mis ojos cegados, que llevo a mi boca los dedos índice y pulgar con el fin de mojarlos, para apagar el pabilo de cada animalito que sigue alumbrando insistente.
En ese momento detengo el paso, con la poca suela que me resta; pienso: si esta es una luz incandescente en medio de mi ceguera, la iluminación es real dentro de mí.
Lo peor, es que mi anhelo es prender la luz, en ausencia de un interruptor (¿o de electricidad?).
Arnold, "El Elefante".
martes, 26 de octubre de 2010
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Me quitó el sombrero ante este escrito, muchos me han encantado, pero este hoy genera muchas sensaciones en mi. Como nunca y como siempre disfruto lo que escribes,los disfruto y los vivo o más bien viví desde el día en que entré un poco a la vida del hombre grande, fuerte, maravilloso y con memoria y habilidad para econtrar el agua como el elefante que ha caminado cientos de kilómetros. Los disfruto desde el momento en que magicamente Arnold el elefante quisó compartirme un poco del dulce sabor del brownie que se hizo letras y sentimientos y, espero poder cautivarme aún más si me lo permites, por los escritos de ese elefante caminante que tiene una luz tan grande y hermosa dentro de sí,que es capaz de dejar de lado o vencer hasta esa ceguera blanca de la que un autor habló en un ensayo y vivir al máximo cada instante, cada paso y cada recuerdo que está bajo la zuelas de sus zapatos.
ResponderEliminarFirma: Carolina
Orejas grandes, patas grandes, piel arrugada, además se levanta en medio de las clases, ¿Quién será?
ResponderEliminarRe reconozco, ojo no digo TE CONOZCO. Mira sin aún leerte hice un comentario más abajo de éste, en donde te decía: Tienes un corazón viejo (es decir, lleno de fantasmas de la memoria) con sentimientos nuevos (aquí podría ponerse a esa luz que no es eléctrica) ..
El pasado de alguna forma encontró un modo de ser presente, espero, sin daños a terceros...
Lulú "Corazón de alfiler"